Hoy queremos
compartir con vosotros una entrada un poco diferente, ya que vamos a hablar de especies
que no están ligadas a los humedales, aunque su nombre nos puede confundir: las
tortugas gigantes de las Islas Galápagos.
En realidad estos
reptiles, ya observados por Darwin, no son galápagos sino tortugas de tierra. Pero, en el siglo XVI, cuando los marinos españoles vieron aquellos enormes reptiles con caparazón, denominaron Galápagos al archipiélago, acostumbrados quizá a ver galápagos en España.
Las tortugas gigantes presentan hábitos herbívoros y son muy longevas,
con una vida media de 100 años, pudiendo alcanzar los 250 kg de peso. Existen
distintas especies (o subespecies, pues existe cierta controversia a nivel
taxonómico), pero algunas de ellas ya se consideran extintas. Otras continúan en
declive y las más afortunadas se han ido recuperando gracias a los esfuerzos de
conservación.
Las poblaciones de tortugas gigantes fueron abundantes entre los
siglos XVI y XVIII, sin embargo la presión ejercida por el ser humano y por algunos
depredadores (gavilán de Galápagos, ratas, cerdos, perros y hormigas de fuego) han
perjudicado enormemente a estos animales. Cabe destacar que los marineros y
piratas se llevaban a estas tortugas en sus barcos como fuente de carne fresca
durante las largas travesías, ya que las tortugas aguantaban mucho tiempo sin comer ni
beber.
Foto: Parque Nacional Galápagos |
Recientemente se ha
tenido constancia de reproducción natural en la isla Pinzón, tras más de un
siglo, después de una compleja campaña para controlar la población de ratas. Sin
duda una gran noticia, pues hasta este momento la especie Chelonoidis Ephippium solo se reproducía en
cautividad, liberando a los ejemplares juveniles cuando el
riesgo de depredación ya había disminuido. Esta técnica, conocida como headstarting o recría, es la misma que GREFA utiliza para la cría en cautividad del
galápago europeo, pues se puede aplicar a todo tipo de quelonios. ¡Nuestros
mejores deseos para estos pequeños gigantes!